Lo Real y lo Apócrifo.

El Bundesbank (Banco Central alemán) ha sido víctima de un fraude por más de 6.000 millones de euros.-


Se trata de una de las mayores estafas desde el nacimiento del euro . El Bundesbank (Banco Central alemán) ha sido víctima de un fraude por más de 6.000 millones de euros (casi 8.530 millones de dólares) con 29 toneladas de monedas desechadas en Alemania y reconstruidas en China, informó ayer la Fiscalía de Frankfurt. (Fuente: Clarín) 
Según las investigaciones, iniciadas hace un año, el delito se atribuye a una banda –de la que participaban azafatas de la aerolínea Lufthansa– que enviaba a Chinamonedas de uno y dos euros retiradas de la circulación en Alemania.

La estafa comenzaba con la compra de partidas de monedas que el Bundesbank ponía a la venta como chatarra. Los compradores enviaban a continuación las monedas desechadas en cargamentos declarados como chatarra a China, dondese volvían a montar .
En las monedas desechadas se separa el centro dorado de ellas del margen plateado, lo que con cierta maña puede restablecerse . Las monedas eran transportadas por empleados de Lufthansa que posteriormente las habrían traído de nuevo montadas. Desde allí regresaban en remesas que no superaron los 10.000 euros, el máximo no declarable.
El fraude se venía produciendo desde noviembre de 2007 y fue descubierto en noviembre de 2010, cuando se comprobó que el equipaje de mano de una azafata alemana que venía de China, y con el que ésta apenas podía por su peso, estaba repleto de monedas .
En total se trata de una masa de 29 toneladas a lo largo de tres años . Las monedas se cambiaban posteriormente por billetes de banco. Según el periódicoBild , que cita a la fiscal Doris Möller-Scheu, seis personas han sido ya detenidas por la policía alemana en relación a este caso.
Empleados de la compañía Lufthansa y del Bundesbank están siendo investigados por fraude masivo. La policía ha registrado casas y oficinas de empleados del banco y de la compañía aérea en la zona de Frankfurt y en Fulda, informa el diario Bild.
En una redada efectuada el miércoles, en la región Rin-Meno cercana a Frankfurt, fueron detenidas las seis personas, de entre 28 y 45 años. Cuatro son de nacionalidad china, otra es china con pasaporte francés y la última es alemana. Podrían enfrentar condenas de al menos dos años de cárcel.
Según informaciones de la fiscalía, tres de los arrestados son empleados de la primera aerolínea alemana, Lufthansa, que al parecer colaboraron en el transporte de las monedas manipuladas “Lufthansa ha sido informada por las autoridades correspondientes de las investigaciones contra algunos empleados. No nos pronunciamos sobre las investigaciones de la fiscalía”, comunicó la empresa.
Por lo menos cuatro azafatas que realizaban frecuentemente rutas entre Alemania y China ayudaron a transportar las maletas cargadas de monedas falsas, según datos de la fiscalía. El Bundesbank prefirió no hacer declaraciones al respecto.







Legales y falsas, en nuestro territorio.


A principios de la década de 1820, la angustiosa carencia de numerario se había extendido por el interior, exhaustos los erarios provinciales por las guerras de la Independencia. En las provincias cuyanas el mal se había tornado crónico. El gobernador de Mendoza, Pedro Molina, decidido a solucionar el problema, el 6 de Agosto de 1822 envió a la sala de Representantes un proyecto que fue aprobado en el día, creando un cuño provincial. Allí serían troqueladas monedas de buena ley y peso exacto, "tomando como modelo el signo de la cortada", o sea, el diseño de las antiguas macuquinas. Más tarde se hace extensiva la labración a ochavos de real de cobre con las armas de Mendoza, lo que en la práctica no pudo ser llevado a cabo por las dificultades técnicas que planteaba la acuñación de tales piezas.
En Enero de 1823, el cuño ya estaba en condiciones de iniciar su trabajo, pero el gobernador y los legisladores aún no se habían puesto de acuerdo sobre el tipo y valores de las monedas a emitir, proponiéndose no sólo fabricar ejemplares de plata sino también de oro, en un exceso de optimismo. A modo de ensayo se batieron, en noviembre de 1822, treinta y seis monedas de plata con la fecha del año siguiente. La ceca actuaba bajo la dirección de José Arroyo; se desempeñaba como tallista el potosino Pedro Miranda. En febrero de 1823 se habían emitido algunos miles de pesos en macuquinas, utilizándose vajilla de plata entregada por particulares. Casi inmediatamente, los monederos falsos comenzaron también su labor.
Esta facilidad para fabricar macuquinas en talleres clandestinos, movió al gobierno a proponer la acuñación de oro y plata imitando el modelo patrio de Potosí, con el mismo peso, ley y diámetro, pero con la marca de la ceca de Mendoza, compuesta por sus iniciales; estas monedas no llegaron a emitirse. Mientras tanto, las falsificaciones se extendían desmesuradamente.
En septiembre de 1823 ya nadie mandaba labrar plata al cuño y la ceca languidecía, mientras las autoridades estudiaban la forma de prohibir y recoger las piezas ¡legales, lo que produjo una gran inquietud en el pueblo, que sólo utilizaba este numerario. Por otra parte, la norma que penaba con la muerte a los monederos clandestinos, no se aplicaba, y el descontento general crecía.
El mes de diciembre fue de enorme agitación; culminó con la decisión oficial de aplicar una contramarca a toda moneda de buena ley, lo que se hizo efectivo desde enero de 1824. En la Legislatura seguían, mientras tanto, las discusiones y los proyectos para remediar la grave crisis que afectaba al comercio, especialmente con las provincias limítrofes, donde la moneda falsa mendocina había sido vedada.
En marzo de 1824, Molina resuelve sacar de circulación todas las falsificaciones, incluyendo las piezas reselladas que se estaban imitando en Chile. Los tenedores de tal moneda habrían de sufrir una pérdida que, estimada en el 25 por ciento, se redujo luego al 12, del cual la provincia tomaba a su cargo un 2 por ciento. Ello produjo en Cuyo un aumento de los artículos de primera necesidad, y la negativa del comercio a admitir estas piezas. Se inicia un motín popular, el gobernador es destituido, y se elige en su lugar a Juan Agustín Maza. Al poco tiempo, este es reemplazado por José Albino Gutiérrez, quien impone el cambio de moneda con la pérdida del 10 por ciento para los tenedores y la entrega de vales por toda suma que excediera los tres pesos.
Con esto termina el primer episodio de acusación de moneda en Mendoza. Aún hoy es difícil determinar cuáles fueron las monedas macuquinas emitidas por esa provincia. Se conocen piezas de 2 y 4 reales, imitación de las macuquinas de Potosí, con las letras P-A-M-A en cada cuartel del reverso, que se clasifican habitualmente como de esa procedencia. Son también mendocinas las monedas contramarcadas o reselladas con un punzón, que muestran una pequeña balanza y la palabra FIDELIDAD.
La troquelación de macuquinas se extendió también a La Rioja, favorecida por la existencia de las minas del Famatina, explotadas desde la época colonial. Su gobernador, Nicolás Dávila, intentó en 1821 una emisión propia de monedas redondas que imitaban las piezas patrias de Potosí, del valor de 2 reales. El ensayo se hizo en Chilecito, pero la falta de material técnico adecuado no permitió continuar esta labración experimental. En cambio, prosperó la más fácil tarea de batir macuquinas de imitación.
Las primeras monedas labradas en la ceca de Chilecito tenían una fecha anómala. Más tarde sustituyeron el antiguo PLVS VLTRA por la palabra RIOXA, que indicaba su procedencia. Con este tipo se conocen piezas de 1821, 1822 y 1823. Se acuñaron monedas de ½, 1, 2 y 4 reales; estas últimas, son extremadamente raras.
Poco se sabe de las macuquinas riojanas, salvo el hecho de que su labración concluyó al trasladarse la Casa de Moneda a la ciudad capital de la provincia, y que las piezas de Chilecito fueron retiradas de circulación en 1824.



Contramarca "FIDELIDAD" con una balanza en el campo, aplicada en Mendoza a las monedas macuquinas provinciales de buena ley.
En la improvisada ceca de Chilecito se hicieron las acuñaciones macuquinas de la Rioja, desde 1821 hasta 1823.
Primera moneda de oro de 2 escudos acuñada en la ceca de La Rioja en 1824.





En la guerra, en la paz, en la necesidad, siempre existen FALSIFICADORES



De todas las historias curiosas que acontecieron durante los años de la Segunda Guerra Mundial, una de las más sorprendentes fue la conocida como Operación Bernhard, que duró varios años y estuvo a cargo de las SS. Tras ese nombre en clave no se escondía una operación de exterminio, ni una secretísima maniobra militar en alguno de los frentes, sino la mayor falsificación de moneda de curso legal de la Historia
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De todas las historias curiosas que acontecieron durante los años de la Segunda Guerra Mundial, una de las más sorprendentes fue la conocida como Operación Bernhard, que duró varios años y estuvo a cargo de las SS. Tras ese nombre en clave no se escondía una operación de exterminio, ni una secretísima maniobra militar en alguno de los frentes, sino la mayor falsificación de moneda de curso legal de la Historia.

Como todas las grandes ideas que en el mundo han sido, nació de pura casualidad. Poco después de empezar la guerra en septiembre de 1939, a Reynhard Heydrich, el segundo de Heinrich Himmler, se le ocurrió que, junto al militar, podría abrirse un segundo frente económico. Esta vez no se trataría de hundir mercantes aliados –que también– con los submarinos de la Kriegsmarine, sino algo mucho más elegante, moderno y malvado, propio de los nuevos tiempos de moneda fiduciaria y dinero de papel.

Si los técnicos de las SS daban con el modo, podría acuñarse moneda del enemigo en cantidades industriales para desestabilizar su economía provocando una devastadora inflación. De eso, de inflación, los alemanes de la edad de Himmler sabían mucho y conocían de primera mano que el poder destructivo de una moneda devaluada es mayor que el de la más mortífera de las bombas.

Himmler, que estaba a otras cosas más importantes como montar campos de concentración para aniquilar judíos, anotó el tema y se lo guardó. Años después, a principios de 1942, en algún momento entre la conferencia de Wannsee en la que se decidió liquidar a toda la judería europea y su asesinato a manos de los rebeldes checos, Heydrich recibió la orden de reactivar el plan. Se dirigió entonces a Bernhard Krüger, un coronel de las SS de su entera confianza, para que lo pusiese en marcha.

Krüger buscó primero en Berlín entre especialistas del Reichsbank, pero no encontró ninguno que tuviese la suficiente pericia para hacer una imitación perfecta de la libra esterlina. Alguien le debió soplar que los campos estaban llenos de judíos expertos en la acuñación y hampones especializados en la falsificación de moneda. Los primeros porque habían trabajado para el mismo Reichsbank como impresores, químicos o numismáticos. Los segundos porque el que mejor sabe falsificar una moneda es y siempre será un profesional del ramo.

Reunió un equipo de 140 judíos que fue recogiendo de diferentes campos de toda Europa y lo trasladó al campo de Sachsenhausen, en las inmediaciones de Berlín. Allí, para evitar que se mezclasen con otros internos condenados a morir como chinches trabajando, se confinó al grupo en un bloque exclusivo. Un pequeño paraíso dentro de la homicida desolación de Sachsenhausen. Los falsificadores podrían comer caliente varias veces al día, ducharse, dormir en camas blandas y hasta disfrutar de tiempo libre. A cambio tendrían que hacer un trabajo de precisión inigualable.

Las SS compraron las mejores máquinas de impresión disponibles en el mercado y no escatimaron ni dinero ni esfuerzos en proporcionar todo lo necesario para que el plan alcanzase el objetivo de hacer una réplica exacta de la libra. Para alejar de la mente de los trabajadores la idea de que en cualquier momento un guardia furioso podía descerrajarles un tiro por las buenas, Krüger se cercioró de que sus judíos fuesen calificados como “trabajadores altamente esenciales”, es decir, imprescindibles para el Reich. Aquellas tres palabras en cualquier campo nazi significaban vivir.

A esas alturas, la Operación Bernhard, llamada así en homenaje a su ejecutor, había olvidado lo de inundar Gran Bretaña con libras falsas. La idea de arrojar los billetes desde bombarderos de la Luftwaffe se antojaba demasiado cara y para 1943 ya impracticable dada la superioridad aérea de los aliados. Pero disponer de una máquina de imprimir libras tenía incontables ventajas. El Gobierno podía utilizarlas para el comercio internacional, para pagar sobornos o para mantener el espionaje en el extranjero bien surtido de divisas.


Al final, el resultado iba a ser el mismo. Con el mundo ahogado en un mar de libras, el mercado las terminaría rechazando y sus tenedores se desharían de ellas a toda prisa, ocasionando el colapso inmediato de todo el sistema monetario británico. La diferencia estribaba en que haciéndolo poco a poco los nazis podrían aprovecharse del fraude.

Los acuñadores judíos de Sachsenhausen consiguieron en muy poco tiempo hacer una copia idéntica del billete de cinco libras, un dineral entonces. Eran tan perfectos que el Banco de Inglaterra tardó meses en advertir que alguien estaba falsificando su papel. Los británicos empezaron a contabilizar cada billete que imprimía de manera que no pudiesen colarle series falsas. Pero el equipo de Krüger se las ingenió para romper esos números de serie rompiendo el código que los generaba. Las marcas de agua fueron igualmente replicadas, así como el tipo de papel de base textil que empleaba el Banco de Inglaterra.

En sus mejores momentos, la ceca ilegal de Sachsenhausen emitía medio millón de libras al mes, que inmediatamente eran empaquetadas y enviadas al extranjero. Pronto empezaron a aparecer en lugares distantes y neutrales como Tánger, Estambul, Madrid, Estocolmo, Zúrich o Lisboa. Allí atendían los crecientes gastos de los servicios de información del Reich y servían para pagar las importaciones. Era caprichoso, pero los alemanes, que estaban perdiendo la guerra a pasos agigantados, tenían, sin embargo, la milagrosa máquina de hacer dinero en sus manos.













Una vez vencido el desafío de la libra tocaba el dólar. Si Alemania llegaba a disponer de una fuente inagotable de libras y dólares con la que regar el mundo, la guerra podría alargarse y los aliados acusarían seriamente el golpe. Krüger se puso a ello, pero el dólar era algo más difícil de falsificar que la arcaica libra esterlina. Había, además, un motivo extra para retrasarlo. Si salía bien cabía, la posibilidad de que Himmler relevase a Krüger de sus servicios y le enviase al frente oriental a luchar contra los rusos. Un destino nada deseable para un coronel hecho a los trajes planchados, las comilonas y los habanos caros. Los presos, por su parte, hacían el trabajo a la fuerza, y es de suponer que, sabiendo cerca el fin de la guerra, retrasasen la falsificación del dólar todo lo posible.
Nunca se sabrá por qué tardó tanto el dólar, el hecho es que no llegó a falsificarse en gran cantidad. Consiguieron sacar de la imprenta una copia del billete de 100 dólares, pero ya era tarde, febrero del 45, y Berlín, machacado desde el este y el oeste, no era lugar seguro. Las máquinas y los trabajadores fueron trasladados al sur, al campo de Mauthausen, pero estaba lleno y continuaron camino hacia el de Ebensee, en los Alpes austriacos.

La fantasía de muchos SS era resistir la invasión encaramados a las montañas durante el tiempo que fuera preciso. Luego, a la hora de la verdad, los juramentados por el Führer no resistieron ni un minuto, pero mataron a todo el que pudieron en los campos terminales de los Alpes. Al equipo de falsificadores le esperaba ese destino, morir fusilados en alguno de los muchos túneles que, sin sentido, habían cavado miles de presos durante años.

La suerte volvió a acompañarles. A primeros de mayo, coincidiendo con al rendición incondicional de Alemania, se produjo una revuelta de prisioneros en Ebensee. Los 140 integrantes de la Operación Bernhard, incluido su mentor, sobrevivieron a la guerra. También lo hizo su creación: casi nueve millones de billetes por valor de 135 millones de libras esterlinas. Durante años los aldeanos de la zona de Ebensee siguieron encontrándose billetes falsos que se apresuraban a cambiar. El Gobierno inglés, enterado del alcance de la operación, se vio obligado a cambiar el diseño de los billetes. Había tantos y eran tan indistinguibles de los auténticos que tuvo que sacar de la circulación todos los billetes de libras, sin importar si eran originales o falsos.

Krüger consiguió huir con una fortuna de dinero falso en la maleta y un pasaporte no menos falso en el bolsillo. Los británicos le atraparon y le sometieron al proceso de desnazificación habitual entre los mandos de las SS. Murió de viejo, en Hamburgo, cuando esta prodigiosa historia ya se había olvidado. De entre los presos, uno de ellos, el judío eslovaco Adolf Burger, lo contó todo con pelos y señales en sus memorias, traducidas a varias lenguas y base de una bonita película que ganó el Oscar hace un par de años. Fue entonces cuando, con muchas décadas de retraso, se redescubrió el caso de la gran falsificación, la mayor cometida jamás. Y es que, las buenas historias, aunque tarden en contarse, siguen siendo de las buenas historias al punto que el film " LOS FALSIFICADORES" la hizo mundialmente conocida


Los falsificadores (Die Fälscher)Los falsificadores (Die Fälscher) es otra película que refiere a la Alemania de laSegunda Guerra Mundial. Ha sido dirigida por Stefan Ruzowitzky y se basa en “The devil’s workshop” de Adolf Burger, quien narra un hecho verídico que tuvo como protagonista a Salomon Sorowitsch.

Fuente:- http://agosto.libertaddigital.com/la-gran-falsificacion-1276238101.html